martes, 12 de noviembre de 2013

Los Milagros

Milagros


La Iglesia entera se alegra cuando se da una experiencia profunda de Dios y se da un cambio completo, este es el milagro al que todos estamos llamados, la conversión.

Lamentablemente se ha desvirtuado el sentido fundamental de los milagros, y se desvirtúan con momentos mágicos que lejos solo confunden la realidad y la verdad, y que debemos de cuidar.

Un milagro se presenta cuando experimentamos a Dios, y se da una profunda conversión de vida, cuando se vive un compromiso congruente con la realidad. Uno de los casos en los que más se piden milagros ante una enfermedad, y no es que Dios no pueda conceder la salud, pero nuestro destino final no está en esta vida, ¿por qué aferrarse a ella?

Se piden milagros como quien va a la tienda y hace sus encargos, bajo amenaza de no regresar si no es cumplido dicho deseo. Aquí podemos cuestionar ¿es una verdadera fe y una intención sana?

Jesús realizo milagros, pero siempre confrontaba con la fe, por que el sentido de conversión es lo que da sentido a todo su actuar, quedarnos con la idea sola de una sanación es perder de vista la riqueza que manifiesta al presentar al reino, como lo describe el Catecismo de la Iglesia: Jesús acompaña sus palabras con numerosos "milagros, prodigios y signos" (Hch 2,22) que manifiestan que el Reino está presente en El. Ellos atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado.” (Catecismo de la Iglesia Católica 547)

Pero si queremos leer literal los milagros enunciados en las Escrituras y no comprender la hermenéutica y exegesis de cada pasaje, podríamos quedarnos en una muy escueta y estrecha comprensión del Reino que Jesús vino a revelarnos.

Un milagro es esta experiencia de Dios que nos transforma, no es magia bonita que cumple caprichos, es más bien el resultado de una conversión y que no le pone fecha o tiempo, solo se deja amar por Dios y comunica ese amor.

El Magisterio de la Iglesia es muy prudente ante las experiencias de sanación, ya que la mente puede generar dichos procesos o en algunos casos lamentables solo inhibir temporalmente la patología, apareciendo tiempo después.

Si nuestra mirada debe estar puesta en el Reino, en la vida eterna, ¿por que aferrarnos a esta vida y no convertirla en un signo visible del amor de Dios? ¿Por qué pedir a Dios caprichos?
Dios nos concederá todo lo que le pidamos, si es para nuestra santidad nos lo dará, por lo que se da un peligro más, convertir a la oración con Dios en un buzo de quejas y sugerencias, donde él esta obligado a hacer lo que le estamos pidiendo.

“Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le ha enviado. Invitan a creer en Jesús. Concede lo que le piden a los que acuden a él con fe. Por tanto, los milagros fortalecen la fe en Aquel que hace las obras de su Padre: éstas testimonian que él es Hijo de Dios. Pero también pueden ser "ocasión de escándalo". No pretenden satisfacer la curiosidad ni los deseos mágicos. A pesar de tan evidentes milagros, Jesús es rechazado por algunos; incluso se le acusa de obrar movido por los demonios.” (Catecismo de la Iglesia Católica 548)

Jesús no es un taumaturgo o milagrero, nos presenta el Reino de los cielos, y no aplacar el morbo de una comunidad que tiene enfermedades o necesidades materiales. “Al liberar a algunos hombres de los males terrenos del hambre, de la injusticia, de la enfermedad y de la muerte, Jesús realizó unos signos mesiánicos, no obstante, no vino para abolir todos los males aquí abajo, sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado, que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres humanas.” (Catecismo de la Iglesia Católica 549)

Lo explica el Catecismo, la misión fundamental de Cristo es liberarnos del pecado y prepararnos para la Vida Eterna, entonces ¿Por qué aferrarnos a esta vida? ¿Por qué no luchar por construir el Reino de Dios desde aquí, como lo decimos en el Padre nuestro?

Posiblemente este sea el mayor de los peligros, es sentirnos cómodos y dejar de buscar el Reino de los cielos, que es nuestra morada final, San Pablo lo dirá a los romanos: “Así, pues, demos gracias a Dios, porque antes tenían como dueño al pecado, pero han obedecido de todo corazón a esa doctrina a la cual se han entregado. Y, liberados del pecado, se hicieron esclavos del camino de justicia. Ven que uso figuras muy humanas, pues tal vez les cueste entender. Hubo un tiempo en que llevaron una vida desordenada e hicieron de sus cuerpos los esclavos de la impureza y del desorden; conviértanlos ahora en servidores de la justicia verdadera, para llegar a ser santos. Cuando eran esclavos del pecado, se sentían muy libres respecto al camino de justicia. Pero con todas esas cosas de las que ahora se avergüenzan, ¿cuál ha sido el fruto? Al final está la muerte. Ahora, en cambio, siendo libres del pecado y sirviendo a Dios, trabajan para su propia santificación, y al final está la vida eterna.  El pecado paga un salario y es la muerte. La vida eterna, en cambio, es el don de Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor.  (Romanos 6, 17- 23)

Milagro será todo aquello que me haga vivir comprometido con Dios y con mis hermanos, que genere conversión, que me haga vivir las virtudes y me perfeccione todos los días un poco más.

Una curación o un acontecimiento extraño, raro, no tiene que ser necesariamente de Dios, por que el cristiano comprende que no debemos aferrarnos a esta vida, que es solo un puente para llegar a la casa del Padre.

Cada milagro narrado en los Evangelios manifiesta a Dios en Jesús su capacidad, su poder, pero no como algo arbitrario que rompe sus propias leyes a su antojo.

Pensemos en uno de los pasajes que generar mucha expectación, cuando Jesús camina sobre las aguas:
“Al anochecer, la barca estaba en medio del lago y Jesús se había quedado solo en tierra.  Jesús vio que sus discípulos iban agotados de tanto remar, pues el viento les era contrario, y antes de que terminara la noche fue hacia ellos caminando sobre el mar, como si quisiera pasar de largo. Al verlo caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, pues todos estaban asustados al verlo así. Pero Jesús les habló: «Animo, no teman, que soy yo.»  Y subió a la barca con ellos.  (Marcos 6, 47-51)

Un pasaje hermoso, lleno de símbolos que trataré de explicar:
Al anochecer: imagen judía de la noche como ausencia de Dios.
La barca: imagen de la Iglesia naciente.
Lago= agua abierta: sentido de muerte.
Discípulos cansados de remar: agobio contra la muerte (pecados que matan)
Jesús camina sobre el agua: Él tiene le poder sobre la muerte, es la vida.
Jesús los anima, y sube con ellos.

Una vez codificado este hermoso pasaje podemos comprender el verdadero milagro de Jesús, que no abandona a su Iglesia, que ella esta sobre la muerte, pero que en muchos momentos podemos sentirnos agobiados, pero él nos anima a seguir.

Toma otro sentido más profundo comprender los milagros de Jesús.

Carlos Escorza Ortiz
Teólogo


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