domingo, 22 de junio de 2014

Dios a la carta: Espiritualidad y mística actual

Dios a la carta

Mística y espiritualidad


La realidad que vive el mundo actual, pareciera que se ha convertido en un gran menú en el cual puedo escoger al antojo la experiencia que quiero tener, convirtiendo la libertad en un acto de autosatisfacción muy lejana de la autorrealización.

Esta mal entendida libertad individual, de la que se derivan muchas ideas que simplemente se reducen a una opinión, que en algunos casos puede ser muy valiosa, pero que solo es eso, y que nos delimita al grado de estar en un relativismo total: “todos los valores, culturas o creencias son válidos en tanto que me son útiles y sólo durante el tiempo que me son útiles. Siempre pueden ser cambiados, abandonados o recuperados”.

Los fenómenos externos, religiosos, culturales, políticos y económicos, van permeando este proceso, cayendo en sincretismos que llegan a la vulgaridad y extravagancia que lejos de motivar una identidad propia, parece un recorte de muchos periódicos y revistas.

La necesidad de sentirse vivo, ha hecho que caigamos en verdaderos extremos donde la dignidad humana es lo último que nos preocupa, haciendo una amalgama de pensamientos, ideologías, sentimientos, religiones y experiencias pseudo religiosas, que lejos de fortalecernos debilitan y fragmentan convirtiéndonos en esclavos de nosotros mismos.

Uniendo ideas tan contrarias y opuestas entre sí en el que solo se busca el bienestar del individuo (físico, psicológico y emocional) pero no como un desarrollo humano trascendente, sino como algo momentáneo y pasajero que cuando se nos pide algo que no nos gusta o agrada simplemente lo cambiamos, la manera más simple de vivir el utilitarismo.

La sensación de sentirme bien es superada por el hacer el bien, y disfrazamos el compromiso social con actitudes que en el fondo tiene egoísmo y protagonismos donde usamos al prójimo para retratarnos cuando hacemos nuestra buena obra o retratamos nuestra imagen como símbolo de bienestar haciendo un cóctel de esoterismo, astrología, pseudociencias, dietas de adelgazamiento, técnicas orientales, psicoterapias timadoras, y rollos de superación personal que solo miran el momento, no el destino final del hombre.
 
Queremos leer o interpretar los acontecimientos del mundo bajo ópticas muy variadas, algunas con vidrios muy amarillos o rojizos, queriendo justificar por un supuesto destino que tiene todo puesto en el cual somos títeres de alguien más y que fácilmente culpamos a Dios, reduciéndolo a nuestras necesidades  y miserias, al que tengo que decirle qué y cómo hacer, porque parece que ya se olvido de cómo ser Dios y de todo eso malo él es el único responsable.

Las experiencias de malestar se ha convertido para muchos en una permanente, presionados por las estructuras deshumanizantes, las noticias muestran muchas razones que generan más desánimo, creando miedo, odios, venganzas y rencores que van dañando nuestra relación con los demás y complican nuestras relaciones interpersonales.

Es lamentable que cada día menos personas quieran comprometerse con el otro, en relaciones estables, en vínculos de vida que nos ayuden a perfeccionar y crecer como personas, recordando que esta vida no es nuestro destino final.

La vocación es el llamado a perfeccionarnos con los vínculos que generamos con los que nos rodean, un sacerdote o religiosa se perfecciona al entregar su vida por la Iglesia, por su comunidad, al hacer presente el Evangelio, llevar la buena nueva a los mas necesitado, cualquier actitud diferente a esta tarea, es contra el mismo, una pareja se perfecciona al entregarse y vivir el compromiso del amor, así como Dios ama a la Iglesia y ese amor engendra, así el amor conyugal.

La crítica se ha convertido en burla, en ofensa que no responsabiliza ni muestra el compromiso de vida, ni alienta a mejorar. Es triste ver como las redes sociales juegan con la distorsión de la verdad, con una imagen, divide más que enriquecer.

Parece que la dinámica actual es la descalificación del otro que no es como yo, eliminar sin propuesta, esperar el error ajeno que debilita y que no genera cosas positivas, proyectos, investigación, creatividad que desarrolla, y sea innovadora.

En esta realidad es donde encontramos inmersa la espiritualidad y mística, en que la rapidez de los medios de comunicación abruma y no dan paso a la reflexión, donde la exhibición  es justificada, mostrar sin pensar en las consecuencias.

Ante este marco debemos de reconocer la posibilidad de vivir una espiritualidad comprometida, purificada de los elementos que la distorsionan, evitando sincretismos religiosos, fortaleciendo todas las áreas de nuestra vida.

Me preguntaba una persona si la Iglesia no tiene libros de superación personal, la respuesta es que no lo hay de modo literal, pero sin lugar a dudas el Evangelio es la superación máxima del hombre, el ejercicio de las virtudes nos identifica y perfeccionan haciendo que experimentemos nuestras propias capacidades y replantemos metas diferentes.

Una mística es la experiencia y vivencia del misterio, el momento personal y único en que experimentamos a Dios, y a pesar de ser individual, tiene un elemento comunitario que alienta y fortalece.

Ejemplos de esto lo encontramos en muchos hombres y mujeres que teniendo una experiencia personal mística- redefinen su entorno, una actualización de nuestra relación con Dios generando una espiritualidad que abarca todas las áreas del hombre, físicas, afectivas, materiales y sociales.

Digámoslo más simple: la mística responde con el compromiso de haber tenido una experiencia personal con Dios, la espiritualidad es la unidad de esta experiencia en todas las áreas y momentos de la vida de conversión.

Si pensamos que la espiritualidad es tener de memoria muchas oraciones y actos piadosos, posiblemente no hemos entendido nada, cuando en realidad nos debe mover a vincularnos con todos los que nos rodean, este elemento puede es esencial de una experiencia plena de Dios.

Si alguna persona siente rivalidad con otra espiritualidad, posiblemente no sea real, lo mismo que pasa en los movimientos y asociaciones en la Iglesia, no pueden tener diferencias entre ellas, ya que responden a realidades diferentes, sea para matrimonios, jóvenes, adultos, solteros, niños, etc.

Si nos preocupamos como pasó en el evangelio con los discípulos pensando quien es el más importante, posiblemente estemos perdiendo de vista toda nuestra razón de ser:
-"¿De qué discutíais por el camino?" Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: "Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos." -(Mc 9, 33-35)

Parece simple, ser el servidor, sin vanidades, sin egoísmos, sin soberbias de por medio, seria tan absurdo como decir que una madre da de comer a sus hijos para que los vecinos la feliciten, o pensar que un sacerdote celebra los sacramentos pensando en el aplauso.

Vivir una espiritualidad es tener la certeza de que actuamos conforme a lo que Dios nos pide en una realidad determinada, como quien sirve en un hospital, o en un orfanato, lo mismo que en su familia con sus hijos y hermanos. Hacer lo que nos toca, con amor, alegría, sencillez y humildad de corazón.

La mística es esa experiencia personal con Dios, y se puede tener de muchas formas, algunos la tienen en un retiro, o en un momento difícil en la vida y lo experimentan, por lo que vivir un momento personal con Dios revela su amor de Padre.

La Iglesia tiene grandes ejemplos que a pesar de las limitaciones humanas después de tener la experiencia hay un cambio, conversión, renovación, actualización de la vida, los santos son un ejemplo de esto, después de vivir de cierta manera, tienen su experiencia de Dios y cambian “metanoia”  que se traduce del griego como cambio de mente, conversión, y nunca se contrapone con otra vivencia mística o de Dios.

No podría imaginar a san Francisco pensando que es mejor su espiritualidad a la de san Benito, o san Ignacio  de Loyola peleando con san Juan de la Cruz. Cada místico tiene una experiencia personal que se une a la Iglesia entera, y responde a un momento determinado de la historia, una circunstancia particular en la que se renueva la Iglesia.

En esta respuesta esta la trascendencia ansiada del hombre, en encontrar a Dios en la actualidad, en el pedacito de mundo que nos ha sido confiado, y del cual nos pedirán cuentas.

La espiritualidad no es algo teórico, más bien es algo que compromete todas las dimensiones de la existencia: Identidad, conciencia, actitudes, relaciones, escala de valores, lo contrario en muchos casos seria reducirla a solo memorizar oraciones sin comprender lo que implica el ejercicio de las virtudes.

Si tenemos la vivencia de Dios en nuestras vidas, podemos caminar bajo la asistencia del Espíritu Santo que nos alienta a seguir, a pesar de que podamos caer en el error, si tenemos la humildad podremos retomar el camino con el seguimiento de Cristo, los valores evangélicos, la eclesialidad, la vivencia sacramental, lo contrario es caminar bajo nuestras propias fuerzas, con nuestras limitaciones humanas, bajo una racionalidad influenciada y condicionada por el miedo que lejos de nutrir, nos debilita.

Los retos son muchos, las realidades nos presentan situaciones complejas, difíciles, incluso dolorosas, donde todos los sectores de la sociedad están metidos, directa o indirectamente, sea política, cultura, sociedad, religión, economía, en los que debemos comprometernos y responder.

Cada santo logró descubrir esto en su vida, en la sociedad en la que le toco vivir y responder, transformarla, encontrar a Cristo en el enfermo, en el que sufre, en el abandonado, haciendo vida el Evangelio con las obras de misericordia.

Es curioso como algunas personas le dan mayor peso a las palabras de líderes de otras religiones o filosofías orientales, sin conocer de fondo la riqueza que tenemos en nuestra propia fe,  la profundidad del Evangelio, el sabor que cada santo descubre al hacerlo vida, tener el alimento justo y necesario, es una forma de desprecio por algo más barato.

Mística y espiritualidad están unidas en la actualización de nuestras vidas en el encuentro con Dios, sin mezclas ni amalgamas que solo condicionan nuestra libertad, que nos aferran a este mundo, cuando debemos tener presente que la Iglesia esta viva, y debemos ser heraldos de buenas noticias.

Dejemos que Dios haga su parte, haciendo lo que nos corresponde, y todo estará bien, como lo dice Jesús en el Evangelio: “echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente.” (Cfr. Mt. 9, 17b).

Dios está vivo, la Iglesia está viva, y el Espíritu Santo renueva la faz de la tierra, por lo que debemos estar atentos, para reconocer como se manifiesta Dios en nuestras vidas y ¿Cómo debemos responderle, si vivimos la fe, la esperanza y la caridad? o ¿Solo somos un catálogo de fórmulas mágicas o de oraciones sin comprensión?

La oración siempre debe movernos a la acción, de otra forma es estéril, se queda en un buzón de sugerencias y quejas para Dios, vivir una espiritualidad es asumir la parte que nos toca en el mundo y responder con nuestro testimonio de vida, comprometidos y responsables, para que cuando oremos con fuerza, valor y compromiso para ser actores y protagonistas en este mundo tan lastimado y fragmentado.

Carlos Escorza Ortiz

Teólogo

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